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«Voluntariado e intercambio», por Trevor Wakefield

07/30/2019

Trevor Wakefield, estudiante de la universidad dominica Providence College de Estados Unidos, comparte cómo vivió su experiencia de seis semanas en Tucumán, enseñando Inglés en nuestras comunidades educativas y participando de los voluntariados y espacios de predicación de nuestra congregación.

«¿Por dónde empezar? Es muy difícil resumir seis semanas de servicio, experiencias y aventuras en unas palabras, pero intento expresar mi experiencia en dos: voluntariado e intercambio.  

El propósito de este programa de intercambio es servir y ser un voluntario.  Por eso, pasé seis semanas ayudando en clases de inglés. Para mí, es importante que yo ayudé, no hice totalmente las clases.  Digo esto porque, obviamente,  sé inglés, pero no quería cambiar la visión de la clase de la profesora. En mi idea de servicio, hay que ayudar de la manera que más beneficie a la gente que conoce el lugar, en este caso, la escuela.  Por eso, me alegré mucho de ayudar en las clases en la forma que planeaban Soledad y las profesoras de inglés. Disfruté mucho mi experiencia en las clases, los chicos fueron impresionantes y divertidos. Una clase, después de 2 semanas, me dieron unos regalos para que los recuerde.  También me cantaron una canción que me movilizó mucho. Otras experiencias, como hablar con estudiantes, jugar el fútbol, y juntarnos en el voluntariado, me dejaron grandes recuerdos. Espero haber generado algo de impacto con mis clases y que los estudiantes se hayan beneficiado de la presencia de un hablador nativo.

 Además de lo que aprendí con los estudiantes, el servicio me enseñó muchas cosas. Algunas jornadas fueron muy duras y largas, pero después de unos días, empecé a ofrecer cada actividad por una persona diferente. Entonces cada día se volvió a una ofrenda a Dios. Creo que este es un propósito y meta del servicio: ofrecer todo a Dios.  

La segunda palabra para definir esta experiencia es intercambio: de ideas, lengua, cultura y más. En mi tiempo en Tucumán, aprendí un montón de cosas.  Aprendí de la cultura, la política, el sistema de educación y, mi aprendizaje favorito, la comida. A cambio, compartía muchas cosas de mi país y nuestra cultura.  Pienso que hay muchas semejanzas y muchas diferencias. Por ejemplo, a todos les encanta el helado y la carne. Sin embargo, la idea de besar a todo el mundo es muy extraña en mi país.  Cuando vi las diferencias, me di cuenta de lo que valoro de mi cultura y las cosas de Tucumán que quiero implementar en mi vida. Mirando hacia atrás, pienso que algo muy importante del intercambio son los momentos que compartí con la gente que conocí.  Los momentos montando a caballo, cenando, caminando y jugando fueron especiales y crearon espacios nuevos para discusión y aprendizaje. Así, el intercambio permite que crezcamos juntos mientras aprendemos sobre las vidas de cada uno.  

Finalmente, cuando reflexiono sobre mi tiempo en Tucumán, pienso en mi crecimiento personal y aprendizaje sobre mí mismo.  Aprendí mucho sobre mi vida, mi pasión, y mi sueño. Salí de Tucumán con una nueva energía para hacer el trabajo de Dios en el mundo.  Mirando la ciudad de Tucumán y los problemas que afectan a todos, recuerdo mi sueño de hacer del mundo un lugar mejor.  En Tucumán, una forma de ver el servicio es simplemente la presencia.  Lo más importante para servir al otro es simplemente estar presente.  Por eso, los dos palabras, voluntariado e intercambio, se juntan en esa idea de presencia.

Por eso, en el futuro voy a usar mis experiencias en Tucumán para influir con mi servicio y presencia en la vida de otras personas.  Gracias Tucumán por todo, nunca te olvidaré.»  

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