Oyentes de la Palabra

Oyentes de la Palabra

VI Domingo de Pascua

“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre les he dado a conocer”. Lo que hace que un siervo pase a ser un amigo es recibir del otro lo más preciado de su vida, lo que oye en su interior, lo que lo define, lo que es.

Hechos de los Apóstoles 10,25-26.34-36.43-48; Salmo 97; 1 Juan 4,7-10 y Juan 15, 9-17.

El texto del evangelio que leemos hoy es continuación del domingo pasado, así como los sarmientos permanecen unidos a la vid para dar frutos, el evangelista Juan nos invitaba a permanecer unidos al Señor, para dar buenos frutos. En los versículos siguientes desaparecen la vid y los sarmientos, se deja de lado la metáfora y el símbolo, y de una manera bien clara se declara que solamente la vivencia del amor nos asegura la permanencia en Dios. Con esta convicción y claridad, quisiéramos recorrer los textos que nos trae la liturgia de la palabra para centrarnos en tres claves que nos invitarán a profundizar en nuestro compromiso creyente.

Tanto en la segunda lectura como en el evangelio podríamos decir que nos encontramos en una atmósfera joánica; Dios toma la iniciativa de amarnos, más allá de nosotros mismos, de cómo somos y de lo que hacemos con nuestra libertad; ese amor llega a la plenitud en la “comunicación” que nos hace de su Hijo, que es la Palabra encarnada en nuestra historia. Ese amor dado a los hombres despierta en nosotros, si lo recibimos con un corazón abierto y comprometido, un verdadero ágape es decir un amor real hacia los hermanos. Este amor compartido llega en el evangelio a la plenitud en la entrega de la propia vida por los amigos.

Es muy interesante que Juan haga la comparación de “siervos” y “amigos”. El Señor no quiere una comunidad que le sirva o que generemos en nuestras comunidades personas que estén solamente en el plano del servicio sin sentirse hermanos y amigos de los otros, sino que quiere una comunidad fraterna en donde cada uno reciba del otro lo mejor de sí: el amor de Dios que habita en nuestro interior. Nos dice Juan “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre les he dado a conocer”. Lo que hace de un amigo no es alcanzar la libertad, sino recibir del otro lo más preciado de su vida, lo que oye en su interior del Padre, lo que lo define, lo que es.

Y desde aquí los invito a que releamos la primera lectura. Sería importante, aunque un poco largo, que leamos todo el capítulo 10 y 11 de los Hechos de los Apóstoles. Tanto Pedro como Cornelio, un centurión romano, reciben una comunicación de parte de Dios de ponerse en contacto… ¡Dios nuevamente toma la iniciativa! Y es en el relato que Pedro va haciéndole a Cornelio y su familia de Jesucristo, dónde el Espíritu de Dios habita y se comunica. Lo más preciado que tiene Pedro es lo que Dios ha hecho en él por medio de Hijo, eso mismo lo llevó a traspasar las fronteras étnicas entre los judíos y romanos (no solo extranjeros sino además paganos) y comunicarles que Dios no “hace acepción de personas”, a todos los convoca a la salvación, como nos proclama el Salmo de hoy. Pedro entiende que más allá de todos sus preconceptos que si Dios quiere… no hay nada imposible. Es tal así que por primera vez un romano, un pagano, recibe el bautismo algo imposible para una mentalidad tan cerrada como la judía.

Quisiera terminar con una frase que no leemos hoy, pero que está más adelante del relato de la primera lectura (Hch 11,17). Cuando Pedro es cuestionado por los demás apóstoles y hermanos de Judea por haber bautizado a Cornelio y toda su familia, él responderá: “si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?”. El compartir que hacemos desde lo más profundo de nuestro interior genera en los demás el deseo de permanecer en el amor del Señor, algo que nosotros no podemos controlar ni fiscalizar, porque Dios siempre toma la iniciativa de convocarnos a su amor.

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