Oyentes de la Palabra

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IV Domingo de Pascua

Estamos llamados a dar la vida por aquellos que más la necesitan, generando fraternidad y confianza que nos permita caminar como amigos. Un compromiso que no despierte este tipo de relación es como saber dónde está la piedra angular que nos da seguridad y elegir otra, es saber que somos hijos y vivir como desconocidos.

Hch 4,8-12, 1 Jn 3,1-2, Salmo 118 y Juan 10, 11-18.

Pedro nos acerca en este domingo una clave fundante en el camino que venimos haciendo en el tiempo pascual, solo el “Nombre de Jesucristo” produce en nosotros una experiencia de salvación. Este acontecer del Señor en nuestra vida se da porque Él a partir de la resurrección pasa a ser esa piedra angular, aquella en la que todo encuentra su fundamento (su base) el motivo de seguir en pie y con una mirada levantada. Es por eso que los discípulos pueden acreditar, sin miedo, que bajo ese Nombre el paralítico recobró su salvación. La experiencia de fe y libertad que tienen Pedro y Juan los ayuda a proclamar y anunciar ante los jefes de los judíos que Dios resucitó a ese hombre que ellos habían crucificado. Esta libertad queda evidente cuando ellos hacen lectura del AT, del salmo 118 que hoy leemos, diciendo que ¡esa piedra es Jesús el Nazareno!

El texto de Juan, en la segunda carta, profundiza esta experiencia. Es el Padre que nos dona su Hijo para que en Él podamos ser hijos, todavía no en plenitud, pero ya gozando una parte de esa herencia. Juan quiere ayudarnos a tomar conciencia del camino que debemos hacer para acercarnos cada vez más al Hijo, y desde allí dar testimonio ante el mundo para que nos conozca, y en la medida que nos conozca, reconozca a Dios. Al igual que la primera lectura, aquí reconocemos el mismo llamado a la libertad que se concretiza en la palabra encarnada en nuestra vida.

Ya el evangelio nos pone en la encrucijada de una definición. La imagen del Pastor que se juega por sus ovejas se repite tres veces. Y los signos son elocuentes: a) “dar la vida por ellas” que se concretiza en la entrega de su cuerpo y sangre, realidades que marcan la totalidad de la persona, su historia y su vida; b) en “el conocimiento” por parte de sus ovejas de quién es Él. Esa piedra angular que es fundamento de nuestra vida y que, asumiéndola como tal, nos da la libertad de hablar en su Nombre para poder dar testimonio de quienes somos, hijos del Padre gracias al don del Hijo, nos marca un camino concreto si queremos ser tales: dar la vida por aquellos que más la necesitan, generando a partir de ello una fraternidad y conocimiento que nos permita caminar como amigos. Un compromiso por aquellos más vulnerables que no genere este tipo de relación, es como saber dónde está ese fundamento que nos da seguridad y elegir otro, es saber que somos hijos y vivir como desconocidos.

Hombres y mujeres dedicados a la atención a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los descartados de cualquier tipo. Personas dedicadas a la educación de los niños y los jóvenes. Manos tendidas a los que sufren violencia, maltrato, abusos, injusticia. Corazones entregados a Cristo para hacer presente su ternura de buen pastor hoy entre los hombres. Nos preguntemos…

Este domingo es la Jornada mundial de oración por las vocaciones, podemos preguntarnos “¿Por quién me juego la vida? … apaciento, acompaño, cuido, protejo… camino con…

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