Oyentes de la Palabra

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LA PALABRA DEL DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

El relato que leímos la semana pasada que ocurre en Nazaret no detiene el avance del Reino y la misión de Jesús, sino todo lo contrario. De allí Jesús ha salido confirmado en su vocación de profeta y ha descubierto la urgencia y la necesidad de que la misión sea realizada también por sus discípulos, que lo han acompañado desde el principio y han sido convocados al comienzo del evangelio, en 3,14, “para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios”.

Amós 7, 12-15; Salmos 84, 9ab-10. 11-12. 13-14; Efesios 1, 3-14; Marcos 6, 7-13

Ahora es el momento de enviarlos a predicar, con el poder de vencer el mal, mediante las curaciones y expulsiones de demonios. Marcos nos muestra cómo la comunidad debe comenzar a anunciar a Jesús, como debe repartir su pan, cómo debe vivir su mensaje.

Es muy significativo la descripción que hace Jesús a la comunidad de Marcos de cómo debe anunciar el Evangelio, qué actitudes debe tener y cómo reaccionar frente al rechazo. Veamos:

Los discípulos son enviados “de dos en dos”. El anuncio de la llegada del Reino no se hace en solitario, sino en comunidad. Es la comunidad de los creyentes la que está llamada a dar testimonio de la llegada del Reino. El trasladarse en parejas o grupos era común porque los caminos eran peligrosos. Pero sobre todo aquí se insiste en la presencia del otro como testigo en la predicación; según la ley judía se requieren dos testigos para dar por verdadero un testimonio (Dt 17,6), por lo tanto el que la primera predicación se haga de dos en dos, le da credibilidad frente a la asamblea de testigos “oficiales” de lo que han visto y vivido del Reino junto a Jesús.

No deben llevar nada que les dé seguridad, ni pan, ni alforja, ni monedas. Ellos deben ser testimonios claros y coherentes de lo que predican, poniendo su confianza en Dios y no en las seguridades personales.

Llevarán bastón, una sola túnica y sandalias. Es el vestido característico del peregrino y del pobre. Los que tenían poder en el tiempo de Jesús podían usar dos túnicas; hasta los mismos Maestros y Rabinos podían poseerlas, pero los discípulos no. Con este gesto manifestarán un verdadero compromiso con los pobres y una vida desprendida, dos elementos característicos de la dinámica del Reino.

Marcos no dice qué deben predicar los discípulos, sus compromisos y actitudes constituirán la Buena Nueva de Jesús. Predicarán desde una casa, donde sean recibidos, en lugares cotidianos, dónde se reúne la familia, los amigos, los lugares dónde se construye la vida; y allí es dónde manifestarán la hospitalidad como un signo posible de que el Reino de Dios se ha hecho cercano.

Ahora bien, si no son recibidos, se sacudirán los pies como expresión de que cada uno se haga responsable de su decisión de recibir o rechazar el Reino de Dios. Esto no debe obstaculizar la predicación de los discípulos, sino que deben dejar atrás las dificultades y confiar en la acción de Dios.

El Evangelio de Marcos marca dos referencias interesantes. Los demonios expulsados y los enfermos recuperados son “muchos”, es decir, el mal retrocede y la instauración del Reino comienza a hacerse cada vez más visible. El aceite se ocupaba como remedio para las heridas y enfermedades, por eso los discípulos lo usan para curar, pero con un sentido simbólico: la verdadera salud viene del Reino que se ha manifestado en Jesús y sus discípulos.

Así Marcos deja claro cómo la misión de Jesús se transforma en la misión de la comunidad. Los doce discípulos serán los que, junto a Jesús, anunciarán que el Reino es posible e invitarán a todos a acogerlo en sus vidas, desde la geografía cotidiana del pueblo: en sus casas y en sus caminos, desde el dolor de la enfermedad o la presencia del mal expresada en ese tiempo de muchas maneras.

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