Acompañamiento
El Papa Francisco afirma que La Iglesia debe acompañar a los jóvenes en su camino hacia la madurez, y solo con el discernimiento, y no con las abstracciones, los jóvenes pueden descubrir su proyecto de vida y vivir una vida verdaderamente abierta a Dios y al mundo.
En nuestro corazón sentimos la acción de Dios, que nos propone algo concreto y nos va transformando para poder conocerlo, acogerlo y vivirlo.
La novedad de Dios sorprende nuestros cálculos en el tiempo, el espacio, el ritmo y la forma, aunque llega siempre en fidelidad a toda la trayectoria de su actuación en cada persona y en la historia humana.
Nos invita a ir con él, y en ese acompañarnos mutuamente se van descubriendo las etapas siguientes, que siempre tienen una dimensión de sorpresa.
Dios llega fiel, pero más allá de lo que podemos prever. Dios siempre llega, es un eterno llegar…
Al momento de pensar en cómo descubrir la propia vocación, las respuestas son tan variadas como los conceptos de vocación que se tengan. Entonces hay quienes proponen tener en cuentas las habilidades que se poseen, otros los intereses que motivan, otros el estilo de vida al que uno se siente inclinado.
Toda gran obra, y no hay obra más grande que desarrollar que la propia vida, comienza con un sueño. Los sueños son las raíces del futuro.
Convertir nuestros sueños en realidad nos da un propósito en la vida, para lo cual necesitamos paciencia y trabajo constante.
La vocación debe ser una «ocupación», porque a través de ella convertimos en realidad nuestros sueños, hacemos nuestro aporte al mundo y lo mejoramos. Cuando la vocación nace de convicciones y de los sueños del corazón, se convierte en una pasión que nos domina, que nos inunda y nos mantiene cautivos. Ese es el único modo verdaderamente humano de vivir.
Los sueños son la expresión de los anhelos de bien que Dios inscribió en nuestro corazón. Los sueños sacan afuera lo mejor de cada uno de nosotros para ponerlo al servicio de lo mejor de toda la humanidad.