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San Pedro y San Pablo

La Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo, dos pilares de la primera evangelización, apóstoles de la resurrección de Cristo y compañeros en la primera comunidad cristiana. Es muy significativo que en los textos de hoy la liturgia nos propone mirar y contemplar no sólo la entrega de cada uno en la predicación del Reino de Dios en la historia concreta del primer siglo, sino también el contexto de dificultad y entrega que tuvieron para que ese mensaje llegara hasta los confines del mundo conocido.

Pedro no la tiene fácil, su lugar de líder en la comunidad lo lleva a ser el elegido por Herodes para que el pueblo “se divierta” en medio de la fiesta. La fiesta a la que hace alusión la primera lectura es la celebración de la Pascua, y en esa fecha tan significativa para la comunidad cristiana, ¡Herodes elige que uno de los principales seguidores de Jesús viva su misma suerte!

En esta dificultad que tiene que atravesar el apóstol, hay dos signos muy importantes que actúan de sostén y fortaleza para este tiempo de peligro. En primer lugar sería significativo que veamos a la comunidad: su comunidad está orando, está en oración, dice el texto de los Hechos de los apóstoles. Lo segundo es la confianza de Pedro en realizar lo que el ángel le pide que haga; se pone en las manos de la presencia del Señor manifestada en su enviado (eso significa la palabra ángel=enviado), y sale de la cárcel a pesar de que estaba bien custodiado, ¡esa salida le hubiese costado la vida si los carceleros se daban cuenta de lo que estaba sucediendo!

Ya la segunda lectura nos invita a contemplar al otro apóstol. Pablo tiene otra historia con respecto a Pedro; él no conoció al Señor, no vivió la vida de su maestro, pero se siente convocado a ser “apóstol” en un encuentro personal con el Señor en medio de un camino, el de Damasco, en el cual pasa a ser de perseguidor de cristianos a convertirse en predicador de la misericordia de Dios que acoge a todos sin importar su raza o religión.

En el texto que hoy la Iglesia nos acerca para mirar la entrega de Pablo en la predicación del Evangelio, hay dos elementos que me parecen fundamentales en su tarea misionera; por un lado sintiendo el final, ya la proximidad de su partida, hace una evaluación de su vida, y en ella siente que siempre el Señor estuvo a su lado dándole fuerza para que su servicio llegue a buen puerto. Pero este servicio, y aquí aporto un segundo elemento, no es una misión individual sino colectiva y comunitaria; Pablo da gracias al Señor porque no solamente a él lo acompañó, sino a todos aquellos que han guardado con amor su mensaje, el mensaje de un Padre para todos.

Por último, recordando el texto del Evangelio, quisiera hacer hincapié en la claridad con la cual Pedro se anima a manifestar lo que cree, sabiendo además que esta declaración lo pone de cara a una misión: ¡comprometerse con su vida al servicio de esa causa! Y en esta entrega volvemos a traer lo que decíamos al principio, a Pedro no le queda otra alternativa de la de disponerse a recibir la acción de Dios en sí mismo. Porque todo lo que haga y diga desde ahora tendrá un eco en los cielos, no dependerá de “su carne y de su sangre”, sino del ¡Padre que está en los cielos!

¿Qué tiene que ver con nosotros hoy estos textos? Creo que la persona de Pedro y Pablo nos marcan un camino en nuestro compromiso de ser testigos del Evangelio en dónde estemos. No estamos solos, nuestra comunidad ora con y por nosotros, y es con esa comunidad con la cual podemos expresar nuestra acción de gracias al Señor, ya que nos sentimos acompañados y fortalecidos con su gracia. Sólo se nos pide disponibilidad al actuar de Dios en cada uno, y no desfallecer cuando las dificultades nos inviten a quedarnos al costado del camino.

Seamos conscientes de que un encuentro con el Señor siempre tiene una invitación al seguimiento, y que a partir de la aceptación del servicio que Dios nos llama, todas nuestras acciones tendrán una significación más allá de nosotros, un eco que llega a desatar y atar proyectos y relaciones interpersonales en vistas a construir el Reino de Dios en nuestra historia.