Oyentes de la Palabra
LA PALABRA DE DIOS EN EL XV DOMINGO DURANTE EL AÑO
El acercarse y mirar pueden resultarnos actitudes “fáciles”, pero hay que añadir una tercera actitud para poder vivir la Palabra del Señor: hacer consciente que muchas veces hemos vivido o vivimos situaciones límites y que necesitamos de la compañía de otro para sanar nuestro dolor.
Solo desde aquí podremos hacernos prójimos de los demás.
Deuteronomio 30,10-14, Salmo 68, Colosenses 1,15-20 y Lucas 10,25-37
En este domingo vamos a contemplar juntos un texto que lo conocemos demasiado y que nos invita a la conversión. Veamos cómo nos puede ayudar a profundizar en nuestra vida cristiana vivir sus enseñanzas.
La pregunta que nos podemos hacer para vincular los textos de hoy es el cuestionamiento que le hace Jesús al maestro de la Ley: ¿cuándo nos hacemos prójimos del otro?
La primera respuesta es “hacernos cercanos” al otro. En el texto del Deuteronomio el pueblo de Israel se encuentra en el exilio y se siente abandonado, lejos de su Dios. Entonces se le anuncia la cercanía-proximidad de Dios, quien lo invita a volverse a Él… ¿cómo hacerlo? Reconociendo que la propuesta de Dios no supera nuestras fuerzas, está a nuestro alcance. El texto es bien gráfico: la Palabra de Dios, su proyecto del reino, está dentro de nuestro corazón. Dios ya se hizo cercano… ahora nos invita a que sintamos esa cercanía y la vivamos con otros.
Desde esta primera conclusión podemos entresacar la segunda respuesta. Nos hacemos prójimos solamente cuando aprendemos a “mirar al otro”. El texto del evangelio nos relata una suerte de catalogo de actitudes. Por un lado están el sacerdote y el levita, personas acostumbradas a mirar las cosas del Templo. Y por otro lado el Samaritano, uno que pertenecía a una comunidad que no era bien vista en las inmediaciones del Templo… solo podía llegar hasta el límite… el Samaritano estaba en una tierra extraña. Los tres miran-ven (ἰδὼν). Pero dos de ellos se cruzan al otro lado del camino (ἀντιπαρῆλθεν)… y siguen en sus cosas. Uno solo se compromete con el medio muerto y lo carga en su montura. No solo se acercó sino que miró más allá de sus necesidades y comprensiones. Sabía que era un hombre medio muerto y que su sangre lo podía manchar. Comprendía que esas acciones lo iban a detener en su camino y que seguramente ese retraso lo conduciría a perder algún acuerdo o venta que tenía. Pero logra mirar la necesidad urgente que tenía el que estaba en la vera del camino. Supo mirar la urgencia del otro primero que sus intereses. ¿Por qué pudo mirar más allá? De acá la tercera respuesta.
El hacerse prójimo solo es posible cuando uno ha experimentado alguna vez en su vida que habitó o vivió situaciones de liminalidad… de frontera. Solo así puede “darse cuenta” de la urgencia del hermano. El Samaritano sabía de sobra qué significa estar al borde de la vida.
Los judíos no lo aceptaban como miembros plenos del culto del Señor. Los Samaritanos se habían mesclado con otros cultos y otras razas… no eran puros. Y es desde esa experiencia de ser desplazado desde dónde puede hacerse cargo del medio muerto que está en el camino. El acercarse y mirar pueden resultarnos actitudes “fáciles”, pero hay que añadir esta tercera actitud para poder vivir la Palabra del Señor: hacer consciente que muchas veces hemos vivido o vivimos situaciones límites y que necesitamos de la compañía de otro para sanar nuestro dolor. Solo desde aquí podremos hacernos prójimos de los demás.
Destaquemos que el hombre medio muerto está no solo entre el límite de la vida-muerte, sino que está en el camino… está en tránsito… no está en tierra segura. Podríamos decir que él está también en el límite. Desde aquí reflexionamos que solamente nos hacemos prójimos cuando nos encontramos con otros que también están en el borde de sus vidas. Es allí donde nace la verdadera compasión. Ese es el verbo que el evangelio de Lucas pone para describir la acción del Samaritano cuando mira de cerca y no se cambia de camino como los otros dos: se conmovió, tuvo entrañas de compasión. Este verbo (ἐσπλαγχνίσθη) en Lucas aparece, además de aquí, expresando los sentimientos de Jesús ante una viuda que ha perdido a su único hijo (Lc 7,13) y los del padre de la parábola ante el regreso del hijo pródigo (Lc 15,20).
Volviendo a la primera lectura. Vivir este proceso no es difícil. Está al alcance de nuestra vida. Esta experiencia está dentro de nuestro corazón solo hay que aprender a mirar que el Señor ya lo hizo con nosotros.
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