Oyentes de la Palabra

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LA PALABRA DE DIOS EN EL II DOMINGO DE PASCUA

¿Dónde podemos ver y tocar la resurrección de Jesús?

Hechos 5,12-16, Salmo 117, Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19 y Juan 20,19-31.

El segundo domingo de Pascua nos abre un camino diferente en este tiempo pascual. Luego de la octava de Pascua los domingos nos animarán en los distintos encuentros con Jesús resucitado, hasta llegar al momento de la venida del Espíritu, que marca la culminación de este tiempo tan significativo para nuestro caminar cristiano.

Pero antes de comenzar a compartir las lecturas de este día, quisiéramos hacer una reflexión acerca de lo que nos propone este tiempo mirando de frente lo que acabamos de transitar desde el miércoles de ceniza hasta el miércoles santo. Hasta hace una semana las lecturas y la liturgia nos invitaba a convocarnos los unos a los otros a una conversión real, a un cambio de mirada, a replantearnos la vida desde el camino que Jesús fue haciendo junto con sus discípulos hacia Jerusalén, lugar de la cruz y de la resurrección. Hablar de esto es fácil, porque todos tenemos motivos para cambiar en la vida, situaciones que necesitan una nueva perspectiva, vínculos que debemos rehacer y recomenzar, palabras de perdón que decirnos…

¡Más, luego del pregón pascual, alguien nos anunció que comenzaba un tiempo distinto en el cual todos estábamos invitados a proclamar una vida diferente, una vida plena… decíamos que ya no debíamos buscar entre los muertos al que estaba vivo! ¡Y aquí entra el problema, porque a veces escasean los motivos para hablar de vida y resurrección, motivos para levantar la cabeza y mirar con esperanza un día lleno de vida… nuestra cotidianidad nos lleva a continuar mirando todo aquello que debemos convertir… y en esto no nos ayudamos muchos, escasean predicaciones y encuentros de resurrección!

Veamos si los textos de estos domingos nos renuevan esa mirada para decirnos ¡Está Vivo! Ya que nos recordarán que el Resucitado, el que nos trae una vida para siempre, se encontró con personas concretas, habló con ellas, se interesó por sus necesidades, las acogió… todo esto puede hacerlo con nosotros y con nuestros hermanos a través nuestro.

En las tres lecturas de este domingo hay un denominador común: gracias a la experiencia del otro podemos creer en la vida y ser sanados. Tanto Pedro, en el texto de los Hechos de los Apóstoles como Juan en el Apocalipsis, tienen la misión de conducir hacia la vida, de mostrar por donde… de animar hacia donde… Pedro caminando en medio de Jerusalén era signo de salud y vida; Juan recluido en la isla de Patmos, en un momento de contemplación, recibe la misión de anunciar y predicar sobre “Aquel que vive”. Gestos de sanación (caminar en medio del pueblo) y palabra en la contemplación (recluido en el silencio) son medios para que recobremos la vida.

En el Evangelio, Tomás representa aquel que está invitado a ser sostenido por la fe de otros. El texto está escrito en un momento de traspaso de una segunda generación a una tercera, en donde los testigos oculares de la vida de Jesús ya estaban muriendo, y comenzaba a surgir esta experiencia de inseguridad… ¿a partir de qué vamos a creer y fundamentar nuestra vida?… ¿quiénes son los verdaderos testigos?… ¿qué necesitamos para continuar creyendo? ¿Dónde pondremos nuestra fe?… ¿dónde tocaremos y miraremos al Resucitado? Y Jesús les responde, y nos responde a nosotros, en la comunidad construida por todos los hermanos. Allí es donde debemos fundamentar nuestra pertenencia y seguimiento a Jesús.

Muchas veces diremos que necesitamos tocar a Dios mismo para continuar, y en ese momento serán nuestros hermanos los que deberán hacer el esfuerzo para ser la presencia de Dios en nuestra vida de fe. Serán, como dice el Salmo 117, la piedra angular que nos sostiene y nos permite cantar y predicar la resurrección a los otros: ¡“Este es el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”!

 

 

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