Nuestra Peregrinación en Tierra Santa
Febrero 2014
Por segunda oportunidad la Fundación Madre Elmina promocionó el viaje a Tierra Santa en febrero de este año. Fuimos 20 personas, 18 de Tucumán y una de Salta y la otra de la Ciudad de Santa Fe. La experiencia fue muy importante para cada uno de nosotros; recorrer los pasos de Jesús, de sus discípulos, del Pueblo de Dios, junto con aquellas y aquellos primeros peregrinos del siglo IV y V, nos ayudaron a reconocer en estos lugares espacios transformados por la fe de tantos y tantas a lo largo de la historia.
El Mar de Galilea, Nazaret, Cafarnaún, el Tabor y la pequeña Ciudad de Caná fueron espacios, en las primeras jornadas del viaje, en los cuales pudimos no solo leer la palabra de Dios, sino conocer la historia de este pueblo y su riqueza cultural y artística. Las celebraciones de la eucaristía en Cafarnaún y Nazaret nos ayudaron a vivir este peregrinar de una manera diferente; como así también la renovación de las promesas matrimoniales de Inés y Julio en Caná, y las bautismales de todos nosotros. En la segunda etapa de nuestro peregrinar, la visita a Jordania, nos permitió caminar por la vida de pueblos tan antiguos como los Nabateos y las Ciudades Romanas del primer siglo, como así también conocer el primer mapa de Medio Oriente del siglo IV, en Madabá, y contemplar junto con Moises la Tierra Prometida desde el Monte Nebo.
Ya la tercera etapa de nuestro viaje tuvo la impronta emotiva de «subir» a Jerusalén y entrar a esta Ciudad tan llena de contenido significativo para toda la humanidad. La primera jornada implicó transitar por todo el desierto de Judá, bordeando el Mar Muerto, recorriendo lugares como Qumrán, donde se encontraron los últimos textos de la Biblia hace apenas 70 años, la Mazzada, espectacular recinto donde el pueblo judío mantuvo sus esperanzas y convicciones, Jericó, la Ciudad más baja del mundo, a unos 240 metros bajo el nivel del mar, y la experiencia siempre asombrosa de flotar en el Mar Muerto. Pero ya la Ciudad de Jerusalén nos implicó un acontecimiento interior mucho más profundo, caminar, mirar, escuhar la diversidad, unirnos a la Fe de tantos peregrinos que hacen, como nosotros lo hicimos, la Vía Dolorosa ingresando así al misterio de la salvación que Jesús nos trajo, desde una manera diferente y nueva para cada uno de nosotros.
Por supuesto el ir a Belén y celebrar la misa en una de las grutas del nacimiento de Jesús, conocer el lugar dónde habitaban los pastores, acompañar a María en su visita a Isabel, estar junto a Jesús en su prisión, y rezar el Ángelus en el lugar de la Dormisión de la Virgen, fueron en esta etapa, experiencias muy movilizadoras y de conversión para muchos de nosotros. Y la cuarta etapa, la visita a Roma, con todo el bagaje cultural, histórico y religioso de la Ciudad, implicó un cierre diferente a nuestro peregrinar por estas tierras. El encuentro con el Papa Francisco, su cercanía a la gente, principalmente a los enfermos, nos emocionó muchísimo; de esos días tenemos recuerdos que quedarán en nuestra memoria de una manera muy especial. Quisiera terminar agradeciendo la presencia de cada uno de los compañeros de camino en esta experiencia de viaje a Tierra Santa; cada uno desde su generosidad y disponibilidad ayudó a que esta sea una experiencia significativa para todos.