Domingo 20 de Octubre 2019
XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
“¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?” Claro que está con nosotros… de día y de noche no permitirá que resbale tu pie… está a tu derecha… Él cuidará todas tus salidas y entradas… desde ahora y para siempre (Sal 120).
Éxodo 17,8-13, Sal 120, II Timoteo 3,14–4,2 y Lucas 18,1-8.
Continuamos caminando con Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Como apuntábamos la semana pasada estamos en la tercera etapa del camino. El tema central de este domingo es “pedir ante los tiempos difíciles” (la viuda ante el juez y Moisés en medio de una guerra). Veamos a que nos invitan los textos…
La primera clave que quisiéramos reflexionar es sobre “los tiempos difíciles”. El pueblo de Israel estaba de camino hacia la tierra prometida. En el desierto. Y en medio de su peregrinar le cuestiona a Moisés la falta de agua ante la sed abrazadora del desierto. Plantea, por así decirlo, una querella ante Dios por intermedio de Moisés. Y la pregunta que se hace en el v. 7, la frase anterior al texto que hoy leemos, es la siguiente: “¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?”. A partir de este gran cuestionamiento, el redactor del libro del Éxodo presenta una situación extrema y difícil en la cual el Señor se hace presente de una manera incuestionable: la guerra con el ejército de Amalec (una milicia más fuerte que el de Josué).
En el evangelio, la situación que vive la viuda no deja margen para que consideremos su realidad como algo extremo. Sabemos que en la Biblia las viudas, los niños y los pobres eran social, cultural y religiosamente hablando, los más olvidados. A esto se le suma que en ningún caso se tiene registro que una mujer sola haya recurrido a un juez; esta acción solo la realizaban los hombres. Entonces nos encontramos con una viuda que a la vez no tiene a ningún varón de su familia que interceda por ella ante el tribunal. Los textos de hoy nos insisten en la imposibilidad y vulnerabilidad como contexto de súplica y pedido.
Lo segundo que destacan la primera lectura y el evangelio es la insistencia de la oración y la súplica. Moisés entiende, el texto lo plantea con mucha claridad, que el poder de la oración implica la elevación del alma y del corazón a Dios confiando en su presencia. No huyendo del “tiempo difícil” sino disponiendo su súplica al Señor. Y esto de una manera insistente, permaneciendo su oración en el corazón de Dios. Gráficamente ¡no hay que bajar los brazos!
En el evangelio esto se concretiza un poco más. La viuda llega a “cansar” al juez con su insistencia. La palabra que utiliza el escritor de Lucas es “hypopiazein”, que nosotros traducimos por “importunar”. Pero en realidad su verdadero universo semántico es el del boxeo. Significa dar golpes hasta dejar el pómulo con moretones. En un sentido figurado, también podríamos hablar de “poner negro a alguien”, es decir, “desesperar”, o todavía “dejar exhausto, agotado, extenuado”. ¡Esto sí que habla de insistencia! Una insistencia que nace desde un dolor profundo. Entonces ambos textos hablan, no solo de un permanecer en la oración, sino que además de llegar hasta el límite de las posibilidades.
Por último, hay un aporte que nos trae el texto del Éxodo que debemos rescatar. El permanecer en oración junto a otros nos ayuda. Cuando las fuerzas flaquean, los brazos se caen. Cuando dejamos de creer en el poder de la oración, la fe de los hermanos que están a nuestro lado, nos ayudan y nos fortalecen.
El salmo 120 (121) nos pone frente a la pregunta inicial del pueblo en el desierto cuando le faltaba el agua. “¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?”.
Claro que está con nosotros… de día y de noche no permitirá que resbale tu pie… está a tu derecha… Él cuidará todas tus salidas y entradas… desde ahora y para siempre.