Domingo 25 de agosto 2019
XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Isaías 66,18-21, Sal 116, Hebreos 12,5-7.11-13 y Lucas 13,22-30
Todos están llamados a sentarse al banquete del reino. A pesar de que sean considerados “los últimos” podrán estar junto a otros. Lucas nos dice: “del norte y del sur, de oriente y de occidente”; Isaías dirá: “daré una señal y enviaré supervivientes a las naciones y todas las naciones escucharán mi gloria”. Si el Señor permite esta apertura es porque en cada uno de nosotros hay esa posibilidad de cambiar y convertir todo aquello que no nos permite entrar por la puerta estrecha. Ninguno de nosotros tiene el derecho de dejar afuera-sin posibilidad a otro… aunque sea considerado por el mundo el último o el desechado de la sociedad.
Los textos de este domingo nos ponen en sintonía con la segunda parte de la subida de Jesús y sus discípulos a Jerusalén. Queremos proponerles tres claves que nos podrán ayudar a profundizar los textos. Lo primero que nos recuerdan es que Jesús enseña de camino a Jerusalén en el evangelio de Lucas; lo hace a aquellos que caminan con Él. Por otro lado este caminar con Señor lleva a sus discípulos a entrar en el reino de Dios y sentarse a la mesa con otros. Por último, a este reino están invitados todos, no solamente algunos elegidos, sino que de oriente y occidente, de norte y del sur… todos tienen la posibilidad de sentarse en el banquete del reino. Veamos cómo estas tres claves nos invitan a rezar en este domingo.
Lo primero que queríamos destacar es que con este texto del Evangelio de Lucas comienza la segunda parte de la subida a Jerusalén. Esta segunda parte se caracteriza por la enseñanza de Jesús a los discípulos: el Maestro enseña por el camino. Y en este camino los discípulos van preguntándole a Jesús lo que les surge en sus corazones. Jesús responde a las preguntas y a las cuestiones que le plantean. La primera clave que quisiéramos destacar de este texto es que todo camino de seguimiento se debe hacer a partir de aquello que cuestiona nuestra vida. A partir de aquellas preguntas que nos surgen… a partir de aquello que nos interpela. Ningún seguimiento de Jesús parte de la teoría o de aquello que leemos o se nos dice; sino de lo que llega a nuestro corazón y nos cuestiona la vida. La pregunta que hoy le hacen a Jesús, y a partir de la cual Jesús fundamenta su enseñanza, es una pregunta subjetiva… que toca el corazón. Lo que está en el fondo de los que caminan con el Señor no es tanto ¿cuántos entrarán en el reino de Dios? Sino ¿cómo podemos entrar en el reino? Ésta es una preocupación que toca la vida.
Lo segundo que quisiéramos destacar de estos textos es la respuesta que da Jesús a este cuestionamiento. El Maestro utiliza el verbo “agonizomai” que nosotros los traducimos en “luchar” y “forzarse” (en el sentido de un esfuerzo permanente). La respuesta de Jesús deja claro que no tenemos asegurado una pertenencia al reino solamente porque hemos escuchado a Jesús o porque hemos comido con él o, haciendo eco de la primera lectura, porque pertenecemos a su pueblo. Sino que poder entrar en el reino implica un esfuerzo cotidiano, de coherencia y fidelidad la propuesta de Jesús. Ante esto, la carta a los Hebreos es muy gráfica. El escritor de la carta plantea a la comunidad la necesidad de que alguien los ayude a crecer, de lo positivo de la experiencia de ser corregidos y de la necesidad de la corrección fraterna. Sin esfuerzo cotidiano no podremos asemejarnos a la propuesta del reino. El evangelio de Lucas nos habla de una puerta estrecha como única puerta para entrar. Esto implica dejar algunas cosas para entrar más libres a la comunidad del reino. La segunda clave o actitud que nos invitan los textos en este domingo es que debemos no sólo tener el derecho de pertenecer o participar de la comunidad de Dios porque hemos escuchado, visto, o sentido hablar de Jesús, o porque la sangre nos acredita para pertenecer, sino que debemos hacer el esfuerzo cotidiano para poder cambiar todo aquello que no nos permite entrar; siempre hay algo que dejar o algo que convertir y cambiar en nuestra vida.
Por último la propuesta del libro de Isaías y del evangelio son claras. La invitación a participar del banquete del Reino de Dios y el pertenecer a su familia es para todos los pueblos. Todos están llamados a sentarse juntos. A pesar de que sean considerados “los últimos” podrán estar junto a otros. Lucas nos dice: “del norte y del sur, de oriente y de occidente”; Isaías dirá: “daré una señal y enviaré supervivientes a las naciones y todas las naciones escucharán mi gloria”. Si el Señor permite esta apertura es porque en cada uno de nosotros hay esa posibilidad de cambiar y convertir todo aquello que no nos permite entrar por la puerta estrecha. Ninguno de nosotros tiene el derecho de dejar afuera-sin posibilidad a otro… aunque sea considerado por el mundo el último o el desechado de la sociedad.