Domingo 8 de Septiembre 2019

Domingo 8 de Septiembre 2019

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Sabiduría 9,13-18; Filemón 9b-10.12-17 y Lucas 14,25-33

Pedir la sabiduría del Señor nos permite mirar más allá de nuestras comprensiones mezquinas y nos posibilita atravesar la puerta del reino de Dios, a la cual estamos invitados todos, tomando distancia de todo aquello que nos ata, liberándonos para amar de corazón aquello que nos hace bien, poniendo en nuestras definiciones el bien de nuestros hermanos.

En estos últimos domingos Jesús en el evangelio de Lucas nos fue proponiendo el seguimiento en el reino de Dios de camino hacia Jerusalén. Esa invitación comenzaba por entrar por la puerta estrecha, por la puerta baja… viviendo la gratitud como forma de vida. En este domingo Lucas pone en alerta a sus discípulos sobre el peligro de los apegos humanos que, en muchas ocasiones, no nos permiten entrar por esta puerta y a permanecer fieles en el seguimiento. Los destinatarios de este evangelio son aquellos que han escuchado, y podríamos decir que hemos escuchado, a Jesús y estamos invitados a seguirlo pero nos falta aceptar vivir las condiciones de ese seguimiento. Retomemos estas tres condiciones para poder profundizar sobre cada una de ellas.
Lo primero que invita Jesús en el evangelio de Lucas es amar al Señor por encima de cualquier otro vínculo humano. Es fuerte si leemos el texto original en griego que utiliza el verbo “odiar o rechazar” al padre, a la madre o al hermano. Esto no significa que Jesús nos propone odiar a las personas que más queremos. Por el contrario, nos pone en alerta para cuando estos vínculos son un obstáculo para nuestro seguimiento. Ante esta encrucijada debemos elegir… permanecer manteniendo relaciones que no nos liberan y no nos hace bien, sean estas personas muy queridas por nosotros, o asumir el reto de tomar distancia, ser fieles a lo que creemos y con lo cual podemos construir algo nuevo.
Lo segundo que nos invita a Jesús en este en este domingo es a olvidarnos de nosotros mismos… de nuestra propia vida para poder seguirlo más libremente. Muchas veces nuestras acciones-opciones, nuestra forma de vida, el apego que tenemos a las cosas y a lo que deseamos no nos permite concretar las propuestas del reino… principalmente a la invitación a tener la necesidad de nuestros hermanos en la mira de nuestras opciones.
La tercera condición que propone Jesús es cargar con la propia cruz. Por un lado, como testimonio de vida para otros que están desalentados y cansados. Por otro para crecer en humildad y moderación en nuestra vida. El contacto con nuestros dolores y fragilidades nos permite conocernos en nuestro justo medio y desde ahí valorar a los demás.
Las propuestas son duras y requieren una definición personal para llevarlas a la práctica. Es por eso que el Señor luego de plantear estas tres condiciones en el seguimiento, propone dos parábolas que miran a evaluar-repensar nuestra disponibilidad de vivir el proyecto de Jesús antes de entrar por esa puerta. No es de persona prudente comenzar algo que no sabe si podrá continuar a lo largo de todo el camino. Es por eso que las 2 enseñanzas hacen alusión a la necesidad de un discernimiento antes de realizar la opción.
En este discernimiento podemos encontrar un eco de la primera lectura; en el libro de la Sabiduría leemos hoy la tercera parte de la oración del rey Salomón para pedir la sabiduría. Esta lectura nos puede ayudar a poner nuestro corazón en discernimiento antes de decirle al Señor que sí. Solo la persona que pide la sabiduría en su vida, que la busca y le da lugar en sus decisiones, podrá conocer los designios de Dios, enderezar sus caminos para poder alcanzar la salvación y la sanación de las heridas de la vida. Pedir la sabiduría del Señor nos permite mirar más allá de nuestras comprensiones mezquinas y nos posibilita atravesar la puerta del reino de Dios, a la cual estamos invitados todos, tomando distancia de todo aquello que nos ata, liberándonos para amar de corazón aquello que nos hace bien, poniendo en nuestras definiciones el bien de nuestros hermanos. Un ejemplo claro para reconocer en nuestra vida la presencia de esa sabiduría que nos libera es la carta que le escribe Pablo a su amigo Filemón. Una vida habitada por esa sabiduría puede ir más allá de lo vivido anteriormente y perdonar al hermano devolviéndole su dignidad.